Encuadre de la película Juantopocho |
Juantopocho es un personaje bueno y generoso, de un pueblo ubicado lejos de la capital venezolana, y es uno de esos hombres que va por la vida dependiendo de alguien, en este caso, de su madre, quien al morir ésta le prende fuego a la casa donde vivían. Él se va para la capital (Caracas) a probar suerte. La gente en el pueblo, al no verlo, lo cree muerto y comienzan a cruzarse los rumores de que su alma andaba en pena. Los moradores decían que el ánima del difunto concedía milagros a todo aquel que la invocara, prendiera una vela y regara aguardiente en el suelo. Y así curanderos, comadronas y brujos del lugar comenzaron a utilizarlo para hacer curaciones y resolver problemas, porque afirmaban que el ánima de Juantopocho era milagrosa. De este modo se convierte en un ser mítico.
A esta especie de ánima no le gustaba que le rezaran, porque era enemigo de los rezanderos y nunca creyó en ellos, es decir, en lo que decían los sacerdotes y los religiosos; al mismo tiempo, en sus predicas, éstos le echaban pestes al ánima de Juantopocho, alegando que éste era “un ánima comunista que los arrastraría al infierno…” (Zárraga, Rafael, 1977; p.14); por lo tanto, los seguidores y creyentes de este personaje hacían caso omiso a todos esos comentarios incrementando su fe en Juantopocho. Por otro lado, los políticos lo tomaban de bandera en sus discursos electorales, exaltando sus milagros, haciéndole creer a la gente que los mismos eran reales, para así ganar votos. Todas estas circunstancias dieron pie para que este personaje (Juantopocho) se convirtiera en una especie de “amuleto”, para todo el que creyera en él.
Algunas veces se presentaba una que otra pelea, y uno de los contrincantes, al verle la cara al enemigo, se encontraba conque era la de Juantopocho; esto sólo bastaba para que terminaran las riñas de manera instantánea.
Norge Brito |
Mientras se suscitaban hechos como estos en el pueblo, nadie sabía que él se había ido a Caracas y vivía en un ranchito, desde el que se creía un citadino. Este hombre, sin saber aún que para su pueblo sólo era un ánima en pena, decide retornar al pueblo después de mucho tiempo y ya viejo, para terminar sus últimos días en aquel lugar. Allí ocurre una serie sucesos casi que inverosímiles que le dan al relato sobre Juantopocho el carácter eminentemente ficcional e irrumpe y cobra fuerza la irrealidad.
El “amuleto” de Juantopocho, que limpia, cura, repara entuertos, purifica, y como contra, en fin, hace todo tipo de milagros, y que refuerza la fe de un pueblo, se puede visualizar en la configuración de acontecimientos entrelazados, en donde con tan sólo invocar la palabra Juantopocho, funciona ésta como amuleto u objeto de poder, o podríamos decir activador de esa fuerza que genera tal aparición. Para ello podemos mencionar, entre otros, el encuentro de Juantopocho (aquel hombre viejo y derrotado venido de la gran ciudad) con un joven en el camino que venía en burro:
“Algo sorprendente sucedió cuando un anciano que venía por el camino preguntó a un muchacho que iba montado en un burro: “¿Cómo te llamas?” “Valerio ¿y usted?” “Juantopocho” _dijo el viejo y sonrió levemente. El chaparro cayó violento sobre el anca y el viejo tuvo que apartarse cuando el asno se impulsó para coger carrera de regreso”. Entrando al pueblo, los alaridos de terror del muchacho sobresaltó la paz dominguera: “¡Ju… Ju… Juan… to… to… pocho… vie… vie… ne… po… por… el ca… ca… mino. Yo… yo… lo… lo… encon… con… tré… ahorita” y tirándose de la cabalgadura fue a meterse bajo el catre hecho temblor y llanto”. (p.21).
Finalmente, y después de haber leído el cuento “Juantopocho”, concibo que el autor ha plasmando todas sus vivencias desde la óptica de un pueblo del estado Yaracuy hasta llegar a Caracas, porque para él, creo, Juantopocho representa la idiosincrasia del venezolano que vive en los pueblos y ,en consecuencia, de las creencias mitológicas que circundan en los mismos; sirviendo éste como “amuleto” de esos parajes, es decir, Juantopocho es el personaje que anda por todos los caminos de Venezuela y de otros países latinoamericanos, donde están arraigadas estas leyendas de ánimas, duendes y aparecidos. En tal sentido, también cuando leemos y escuchamos expresiones de la gente exaltada que exclama: “¡San Ma…Ma…Marcos de Lionnnn!” y “!Ave María Purísima!” (p. 22), entre otras, ante el regreso aparentemente fantasmal del “verdadero” Juantopocho, que en el cuento adquiere el grado de ambigüedad; es porque en todos ellos deambula un Juantopocho que marca esas tradiciones, como son las de ánimas de los fieles difuntos, así que dicen que estas dos frases se utilizan para alejar los malos espíritus que anden circundando en el ambiente, en este caso actúa el poder del “amuleto”.
“¡No puede ser él!… ¡no puede ser él! ¡Esto es cosa del mismo Diablo! ¡Ave María Purísima!” Y el que avanzaba: “¿Qué se hizo la gente de aquí? ¿Todos como que se murieron?” Y deteniéndose frente a una casa casi en ruinas: “¡Adiós comadre Anastasia, aquí está su compadre que viene a saludarla!” Y adentro la centenaria, temblequeando los labios: “¡San Ma…Ma…Marcos de Lionnnn!” Y e que continuaba el paso:”¡Aquí como llegó la económica?...¿Qué se hizo la gente de aquí!” _y mirando impaciente a un lado y al otro.” (p.22).
REFERENCIAS:
Zárraga, Rafael. (1977). “Juantopocho”. En: Casi tan alto como el campanario (Caracas: Monte Ávila Editores).
(Taller: “Zárraga entre contares y el poder de la palabra”, Cocorote, estado Yaracuy)
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