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domingo, 31 de julio de 2011

La llegada de un ánima: Juantopocho (Por Inés Raquel Zárraga Pérez)

“Su apodo era una de esas palabras que se oyen en cualquier parte como un sonido simple, como una modulación insignificante, pero que sin embargo se distinguen de las demás y sellan una identidad para siempre”                                                                                                         (Zárraga, R.; p.11) 
     

Inés Raquel Zárraga L.
         Era un domingo de abril cuando Guayurebo, comunidad del estado Yaracuy, estaba conmocionada por la llegada de un ánima, se trataba del ánima de Juantopocho. Para ese entonces abundaban aún sus devotos por toda esa geografía. Su poder, había enfrentado toda clase de “enfermedades postizas” ya sean duendes, trancaderas y maldeojos que, el autor, en el glosario del libro Contares, los define como “Enfermedad que según decían se les transmitía a los niños pequeños por medio de la mirada, y que era curada con ensalmes (Zárraga, R.; p.270).


        Tales eran los éxitos obtenidos por Juantopocho, en cuanto a toda suerte de apuestas, nacimientos, reconciliaciones y juegos de bola, que hacía de éste un protector de pueblo, al extremo que sus idólatras ofrendaban con velas y aguardiente por los favores recibidos. Además, la convicción de ellos era profunda ante la magnanimidad de este peculiar espíritu lleno de bondad. En tal sentido, una muestra en boca de uno de los personajes del cuento “Juantopocho”, recogido por Rafael Zárraga en la obra Tan alto como el campanario (Monte Ávila Editores, 1977) confirmaría el alcance de los beneficios: 


          “…Cuatro de las de comunión le prendí en la pata de un taparo, y le regué por los laos media botella   de penca barquisimetana, pues asigún dicen, si no se lo riegan así no hace el milagro, ni que le rieguen un barril. ¿Pues , y pa’ que le cuento?: ¿allá está el condenao, más mansito que cuando se jue!...”. (Zárraga, Rafael, 1977; p.12).


        Juantopocho, como personaje,  en su papel de ánima heroica, representa a la gente del pueblo, al pueblo mismo y la realidad circundante de cualquiera comunidad venezolana. Con un lenguaje propio de las zonas rurales, los personajes expresan la autenticidad, inocencia, picardía, jocosidad de nuestro gentilicio, que no es más que un eco de las características propias del autor, pues, a nuestro modo de ver, Juantopocho  “resume a Zárraga”, a una época y a nuestra venezolanidad.


        La analogía entre los estratos de poder terreno y celestial, nos presenta la percepción que tienen los máximos representantes del Edén de un Juantopocho osado y temerario que se extralimita al ocupar sus dominios. Esta visión explica el porqué Juantopocho no habita en el cielo y se encuentra confinado en una “nube inflotante”, a decir del autor.
        Este relegado, cuyo único pecado es pertenecer a la clase humilde es víctima, como la mayoría, de una confabulación para no dejarlo ascender por pendientes  exclusivas de los poderosos.


        Nuevamente, (¡hasta en las altas esferas del cielo!) las ansias de dominio inducen a los favorecidos a cometer las más de las atroces acciones en nombre de la verdad, la justicia y la preservación de los derechos (los suyos). Por otra parte, la fe del pueblo y su afán por conseguir un guía, un dirigente que los lleve por caminos de libertad, y que responda a sus requerimientos, constituye  una constante en este cuento que, seguramente, es también una proyección del anhelo del propio Zárraga de ver liberada a una Venezuela apabullada por dictadores  y esbirros de la época. Igualmente, nos presenta la imagen de una rebelión, por parte de los pobladores de Guayurebo, contra  el doble discurso que mantiene la iglesia desde épocas remotas, predicando amor y compasión por los pobres; pero que en contraposición olvida, arremetiendo contra ellos, cuando ve amenazado su dominio y poder. De manera semejante, aunque parezca una incongruencia, también  puede hacerse acomodaticia y tolerar las cosas más insólitas  cuando es menester. Como ocurre en Juantopocho, cuando termina por aceptar y ensalzar a esa infausta alma. Lo dicho anteriormente lo podemos ilustrar en este fragmento:
 
        “…Estas acciones habían encendido de resquemor el pecho clerical, que atizado día a día por el desdén de las gentes ya rayaba en un paroxismo peligroso. Se promovieron conciliábulos de eruditos teólogos. Se consultó al cónclave. Se pidió audiencia papal y finalmente se llegó a la conclusión de que en todo caso sería más beneficioso canonizarlo que tratar de borrarlo a juro del panorama religioso…” (Zárraga, Rafael, 1977; p.15)


       Finalmente, en Juantopocho se resume el corazón de los pueblos. Un corazón noble que sin excesivas ambiciones, aspira la benevolencia de lo divino como único asidero para los embates de su existencia. A cambio, como don o recompensa, se desborda en solidaridad, respeto y compromiso, valores que a fin de cuentas representan la sinopsis de su alma.

REFERENCIAS:


Zárraga, Rafael. (1977). “Juantopocho”. En: Casi tan alto como el campanario (Caracas: Monte Ávila Editores).

El amuleto de Juantopocho (por Norge Brito)

Encuadre de la película Juantopocho
Juantopocho es un personaje bueno y generoso, de un pueblo ubicado lejos de la capital venezolana, y es uno de esos hombres que va por la vida dependiendo de alguien, en este caso, de su madre, quien al morir ésta le prende fuego a la casa donde vivían. Él se va para la capital (Caracas) a probar suerte. La gente en el pueblo, al no verlo, lo cree muerto y comienzan a cruzarse los rumores de que su alma andaba en pena. Los moradores decían que el ánima del difunto concedía milagros a todo aquel que la invocara, prendiera  una vela y  regara  aguardiente en el suelo. Y así curanderos, comadronas y brujos del lugar comenzaron a utilizarlo para hacer curaciones y resolver problemas, porque afirmaban que el ánima de Juantopocho era milagrosa. De este modo se convierte en un ser mítico.
          A esta especie de ánima no le gustaba que le rezaran, porque era enemigo de los rezanderos y nunca creyó en ellos, es decir, en lo que decían los sacerdotes y los religiosos; al mismo tiempo, en sus predicas, éstos le echaban pestes al ánima de Juantopocho, alegando que éste era “un ánima comunista que los arrastraría al infierno…”  (Zárraga, Rafael, 1977; p.14); por lo tanto, los seguidores y creyentes de este personaje hacían caso omiso a todos esos comentarios incrementando su fe en Juantopocho. Por otro lado, los políticos lo tomaban de bandera en sus discursos electorales, exaltando sus milagros, haciéndole creer a la gente que los mismos eran reales, para así ganar votos. Todas estas circunstancias dieron pie para que este personaje (Juantopocho) se convirtiera en una especie de “amuleto”, para todo el que creyera en él.
         Algunas veces se presentaba una que otra pelea, y uno de los contrincantes, al verle la cara al enemigo, se encontraba conque era la de Juantopocho; esto sólo bastaba para que terminaran las riñas de manera instantánea.
Norge Brito
         Mientras se suscitaban hechos como estos en el pueblo, nadie sabía que él se había ido a Caracas y vivía en un ranchito, desde el que se creía un citadino. Este hombre, sin saber aún que para su pueblo sólo era un ánima en pena, decide retornar al pueblo después de mucho tiempo y ya viejo, para terminar sus últimos días en aquel lugar. Allí ocurre una serie sucesos casi que inverosímiles que le dan al relato sobre Juantopocho el carácter eminentemente ficcional e irrumpe y cobra fuerza la irrealidad.
        El “amuleto” de Juantopocho, que limpia, cura, repara entuertos, purifica, y como contra, en fin, hace todo tipo de milagros, y que refuerza la fe de un pueblo, se puede visualizar en la configuración de acontecimientos entrelazados, en donde con tan sólo invocar la palabra Juantopocho, funciona ésta como amuleto u objeto de poder, o podríamos decir activador de esa fuerza que genera tal aparición. Para ello podemos mencionar, entre otros, el encuentro de Juantopocho (aquel hombre viejo y derrotado venido de la gran ciudad) con un joven en el camino que venía en  burro:
“Algo sorprendente sucedió cuando un anciano que venía por el camino preguntó a un muchacho que iba montado en un burro: “¿Cómo te llamas?” “Valerio ¿y usted?” “Juantopocho” _dijo el viejo y sonrió levemente. El chaparro cayó violento sobre el anca y el viejo tuvo que apartarse cuando el asno se impulsó para coger carrera de regreso”. Entrando al pueblo, los alaridos de terror del muchacho sobresaltó la paz dominguera: “¡Ju…  Ju…   Juan… to… to… pocho… vie… vie… ne… po… por… el ca… ca… mino. Yo… yo… lo… lo… encon… con… tré… ahorita” y tirándose de la cabalgadura fue a meterse bajo el catre hecho temblor y llanto”. (p.21).
         Finalmente, y después de haber leído el cuento “Juantopocho”, concibo que el autor ha plasmando todas sus vivencias desde la óptica de un pueblo del estado Yaracuy hasta llegar a Caracas, porque para él, creo, Juantopocho representa la idiosincrasia  del venezolano que vive en los pueblos y ,en consecuencia, de las creencias mitológicas que circundan en los mismos; sirviendo éste como “amuleto” de esos parajes, es decir, Juantopocho es  el personaje que anda por todos los caminos de Venezuela y de otros países latinoamericanos, donde están arraigadas estas  leyendas de ánimas, duendes y aparecidos. En tal sentido, también cuando leemos y escuchamos expresiones de la gente exaltada que exclama: “¡San Ma…Ma…Marcos de Lionnnn!” “!Ave María Purísima!” (p. 22), entre otras, ante el regreso aparentemente fantasmal del “verdadero” Juantopocho, que en el cuento adquiere el grado de ambigüedad; es porque en todos ellos deambula un Juantopocho que marca esas tradiciones, como son las de ánimas de los fieles difuntos, así que dicen que estas dos frases se utilizan para alejar los  malos espíritus que anden circundando en el ambiente, en este caso actúa  el poder del “amuleto”.
“¡No puede ser él!… ¡no puede ser él! ¡Esto es cosa del mismo Diablo! ¡Ave María Purísima!” Y el que avanzaba: “¿Qué se hizo la gente de aquí? ¿Todos como que se murieron?” Y deteniéndose frente a una casa casi en ruinas: “¡Adiós comadre Anastasia, aquí está su compadre que viene a saludarla!” Y adentro la centenaria, temblequeando los labios: “¡San Ma…Ma…Marcos de Lionnnn!” Y e que continuaba el paso:”¡Aquí como llegó la económica?...¿Qué se hizo la gente de aquí!” _y mirando impaciente a un lado y al otro.” (p.22).
REFERENCIAS:
Zárraga, Rafael. (1977). “Juantopocho”. En: Casi tan alto como el campanario (Caracas: Monte Ávila Editores).
(Taller: “Zárraga entre contares y el poder de la palabra”, Cocorote, estado Yaracuy)
        





Algunas líneas sobre Rafael Zárraga (Por Manuel Barreto)


Hago lo posible de escribir, lo más sincero desde mi alma. Describo en lo más hondo de mis sueños y lo más breve y transparente para que mi familia, amigos y conocidos, lean y relean lo que tengo en el alma de todas nuestras vivencias… lo que compartimos en esta tierra llena de esperanzas y verdades. Ahora mismo es difícil desprenderme de su pensamiento, de ese agudo sentir por las acciones del hombre en este planeta que conoció, donde aún lo veo a cada paso, en este preciso amanecer yaracuyano. 

Confieso que Rafael Zárraga, deja en mí las profundidades que lleva un ser en su largo o corto viaje de vivir. Hombre que impregna de espíritu creativo su paso por esta humanidad que nos acompaña. A un año de su ida eterna… sigo asombrado de su existencia, aún contemplo su andar por esta zona, por este espacio humano que nos dio el cosmos. Aquí estoy presente para sembrar un árbol en su honor.

No quisiera ser lírico al referirme a un creador, lleno de virtudes y sabias salidas ante el enigma de vivir; pero ser menos personal para referirme a quien considero el auténtico hermano de mi ser… es decir no he madurado mi asombro ante la ausencia de quien amo más allá de lo familiar y de lo sublime que se hace indecible: la ida eterna de una figura especial ante mis sentidos. Pospongo la palabra escrita, objetivamente para hablar de un poeta de carne y hueso.

He dicho que pospongo mi palabra, sentida y accionada en dirección a un escritor que experimentó el arte en función de la verdad, de lo justo y la amplitud frente a un historia humana. Podría decir, era un hermano, lleno de vitalidad, profundo, humorista y cantor de diferentes temas expresado en la narrativa y en la poesía. Solía decirme, que pisaba tierra, realista y claro en lo social.

Poeta Manuel Barreto
Siento que escribir sobre R.Z. es hacerle honor a la existencia humana. La alegría de hacer lo que nos dicta el corazón, los sentires por alguien que nos mira de lejos, tal vez más cercano de lo que creemos. Siento que escribir sobre R.Z. es sentir de verdad lo mucho que uno siente por quien cuidaba de la naturaleza humana. Yo diría que un gesto, un cuento de R.Z. es la esencia de leer y oír su viaje por este misterio que es la vida.

El enigma está en vivir sanamente y amar la virtud de un poeta que dijo: “nos vemos en la última esquina de la tarde.”

La Enferma

Llegué diciéndole a Mama vieja que María Costero me había dado un pedazo de plátano asado y estaba bien sabroso, pero se puso bravísima porque la gente decía que estaba tísica. “Por qué andai e garuso, recibiendo en la calle lo que te dan pa comé? ¡Uno debe sé escrupuloso! Toiticos esos costero tán picaos. ¿No vei como andan de estecaos? ¡Lavate bastante con jabón! ¡Y que no sepa yo que andai por ai e lambucio! ¡Hasta soi capaz e recibile comía a esa llagosa que llaman madama foquifoqui!” dijo. Y se puso a fregarme las manos y la boca.
(Revista Hogueraverbal, Año 1, Nº1. Junio-2009)

Conociendo a Rafael Zárraga (Por Auredmy López)

INTRODUCCIÓN

En reconocimiento al arduo y extenso trabajo de Rafael Zárraga, presentamos la siguiente reseña de su vida y obra; en el campo de la literatura, área donde se perpetuó como uno de los más relevantes escritores de nuestra historia literaria regional.

Las letras de Rafael Zárraga, trascendieron con mucha destreza y naturalidad, los micro universos de historias de vida de personas comunes muy semejantes a nosotros, a pesar de las diferencias del tiempo. Con fuerza estudia y penetra la psique y los misterios del alma del ser humano, así como otorga el justo valor, a la idiosincrasia, al gentilicio de los pueblos, como esencia viva de toda cultura. Este guardián de la memoria, con su lenguaje fresco, sencillo, con humor, es capaz de enfrentar pensamientos artificiosos, en defensa de la integridad de hombres y mujeres.

Bajo el título: “Conociendo a Rafael Zárraga”, esta reseña la integran seis capítulos; cada uno con subtítulo, que describen las etapas de la vida de este yaracuyano, de manera tal, que se va develando paulatinamente, el recorrido efectuado por Zárraga, en el mundo de las letras y en su vida, donde se reafirma una vez más, pues, su compromiso, el afecto y el respecto que mantuvo por siempre hacia su gente, a su pueblo.

Ya para finalizar, se mencionan los títulos de las obras publicadas de Rafael Zárraga, así como las referencias bibliográficas, para futuras investigaciones y difusión de su obra.

Auredmy C. López D.
Cocorote, 05 de Julio 2011.
Al pueblo de Yaracuy…

I
El Advenimiento…

En una aldea, de apenas tres casas, llamada “Agua Blanca” en Boraure, municipio “La Trinidad”, vio la luz por primera vez: Rafael Ángel Zárraga Parra, un 24 de Junio de 1929. Fueron sus padres Eudoro Zárraga y Ramona Parra.

Su advenimiento se produce en una Venezuela gobernada por Juan Vicente Gómez, cuyo mandato se recuerda por el uso excesivo de la fuerza contra aquellos que se oponían a su régimen; las cárceles estaban repletas de hombres encadenados, la libertad de expresión estaba prohibida.

La sociedad venezolana vivía con miedo y silencio; pero con ánimos esperanzados, con el surgimiento de movimientos civiles, estudiantiles (generación del 28), intelectuales que se enfrentaban al dictador.

A pesar de vivir en una época de tanta agitación y censura, por lo general los venezolanos, especialmente los que habitaban el interior del país, se dedicaban al cultivo de la tierra como sustento económico de la familia. La comunidad de Agua Blanca no se escapó de esta realidad, así que la familia de nuestro futuro escritor se dedicaba al cultivo del café, tabaco, maíz, plátano, en conucos propios o eran empleados como mano de obra para trabajar sembradíos.

Pocos años habían pasado, cuando Rafael sufre el abandono de su padre Eudoro y, es así que crece bajo la protección, educación, amor y orientación  de sus abuelos maternos: Don José Excegésimo Parra y Doña Inés María Parra, quienes junto a su mamá Ramona, dejarían huellas indelebles en su personalidad.

Zárraga nació en Boraure, pero crece y vive es en la población de Cocorote donde llega con su familia a los dos años de edad.

Es en una humilde vivienda en la calle Zamora del Barrio Campo Alegre de Cocorote, donde inicia albergar en su alma, en su memoria, las más cálidas experiencias de amistad, aventura, juegos infantiles y los sinsabores de la pobreza; cada una moldeadas en el corazón por los sabios consejos de su “papaviejo” y “mamavieja”, nombres afectivos dados por él a sus abuelos, seres enraizados por siempre en su corazón.

Su Infancia…

Rafael o “Pavo relleno”, como le decían sus amiguitos, se caracterizó por ser un niño inquieto, autodidacta y trabajador, que siempre buscaba la manera de ayudar económicamente a su humilde familia. De allí que realizó varios trabajos como: vendedor de dulces caseros, atendía bodegas, realizaba mandados. En varias ocasiones elaboraba grandes y coloridos papagayos que vendía entre sus amigos; esto le permitió respetar y conocer a la naturaleza, así como valorar la alimentación.

A la edad de nueve años, ingresa a la Escuela “Tovar y Tovar”; para entonces, ya sabía leer y escribir. Su educación primaria a veces era interrumpida por la necesidad de dedicarse por completo al trabajo; pero esta situación no le impidió abandonar los estudios por completo, por el contrario, estimulado por su abuelo, lograba incorporarse rápidamente a sus labores estudiantiles.

Rafael fue un niño pobre, pero rico en afecto familiar, que consolidó en él, valores para vivir digno y decentemente, orgulloso de su humilde origen.

Para el año 1944, ya adolescente viaja a la capital del país, en busca de oportunidades. En Caracas desempeñó diversos empleos entre ellos: ayudante en una tintorería, fue obrero en una fábrica de maicena, mensajero en una agencia de noticias de nombre “Ofipren”, hasta ingresar como portero en el Diario “El Nacional”.

II
Surgimiento de un periodista
Y un escritor

Es trabajando en los talleres de “El Nacional” en 1949, donde empieza a adquirir conocimientos y experiencia en el campo periodístico; allí aprende a escribir a máquina, a redactar, a tomar fotografías y hacer reportajes. Su primer trabajo como periodista fue un reportaje sobre Cocorote titulado: “Cocorote, un pueblo sin futuro definido”.

Simultáneamente con su preparación periodística, desarrolla el hábito a la lectura, despertando en él el gusto por la lectura fervorosa de: revistas culturales, periódicos, libros, hasta formar su primera biblioteca.

El contacto directo entre las oficinas y los pasillos del diario con grandes personalidades de la literatura venezolana, como Arturo Uslar Pietri, Mariano Picón Salas, Guillermo Menes entre otros, que se desempeñaban como colaboradores del periódico, estimularon en Zárraga el interés por conocer el arte de la palabra; realizó varios escritos que casi siempre eran rechazados por su poca experiencia y dominio en el área de las letras.

Su espíritu rebelde lleva a Rafael, a prepararse mejor; autodidacta siempre, empieza arduamente a estudiar; se convierte en un lector impenitente de la lectura clásica, nacional e inicia a crear historias y personajes donde lo real se confunde con lo imaginario.

Continuando con su carrera periodística, funda en 1957, el semanario independiente “El Cocoroteño”, de poca duración; sin embargo, en 1958 reaparece brevemente, tras el derrocamiento de Pérez Jiménez. Para el año de 1959, este yaracuyano contaba para entonces con un conjunto de trabajos literarios publicados en los diarios “El Nacional”, “El Cocoroteño”,  y revistas de Caracas, Valencia y Barquisimeto, que son recopilados por él, bajo el título de: “La risa quedó atrás”.

Gracias a su ardua preparación en la literatura, Rafael Zárraga en 1959, obtiene el Premio Único del Concurso de Cuentos de “El Nacional”, con la Obra titulada: “Nubarrón”,  convirtiéndose en el primer escritor novel que gana tan importante concurso.

Entre los años 1961 y 1962, realiza un curso intensivo de periodismo en la Universidad de Carabobo, en colaboración con la Universidad Central de Venezuela y en 1966, gana nuevamente el Concurso de Cuentos de “El Nacional”, con la Obra “La Brasa duerme bajo la Ceniza”; como premio recibe una beca para estudiar en la Universidad de Perugia (Italia).

III
Vida de Bohemia…

Su estadía en el país de Miguel Ángel ofreció a Zárraga, estudiar el arte, la literatura, aprender el idioma italiano. Visita varias ciudades italianas e inicia una vida de bohemia, que lo llevó a conocer países como: Suiza, Austria, Alemania, Yugoslavia, Bulgaria, Turquía, Damasco, Atenas, entre otras naciones; apreció las bellezas naturales de los ríos Tigris y Éufrates.

Con una mente cargada de nuevas imágenes, Zárraga regresa al país en 1969, para trabajar en el Diario “Por Qué”. En 1971 funda otro semanario “El Chuzo”; aquí se desempeña como Jefe de Redacción, articulista; esta actividad la realiza por seis años. Cerrado el diario, se dedica nuevamente a escribir.

IV
Una Escritura Libre y Reflejo del Prójimo

 La vasta obra literaria de Rafael Zárraga está compuesta fundamentalmente por los géneros de la narrativa (novelas, cuentos), la dramaturgia y la poética. En cada uno de ellos hay un nexo común; “el compromiso con la palabra verdadera, con el lector, con la vida real, sincera y no superficial”.
Es un compromiso construido con la transparencia del lenguaje, a la hora de escribir contenidos fuertes, ligeros en el lenguaje. Enriquecido con frescura, casto, lleno de amor, salpicado a veces con tono satírico o irónico. Zárraga evoca y traslada al lector a historias locales, de gente de pueblos, gente humilde. Sus historias se caracterizan por tener una carga emocional y espiritual que trasciende con mucha naturalidad, aspectos de la vida con temas de carácter histórico, mágico, amoroso y social que rodean al hombre. Todas sus creaciones son construidas bajo una actitud cívica, de observación, con curiosidad imaginativa, que invitan a reflexionar sobre la vida y el ser humano.

Rafael encuentra en la palabra el poder iluminador para reflejar el sentir del prójimo, de los débiles, de los antepasados, para perpetuar en la memoria, el tiempo de personas que vivieron en silencio su diario vivir.

La sinceridad en la escritura permitió a Rafael, acercarse más a su gente, a su terruño y a identificarse con las luchas sociales del pueblo venezolano. De allí, que en varias oportunidades sus semanarios eran constantemente supervisados por representantes de los gobiernos de turno. Uno de sus últimos trabajos periodísticos fue el realizado en una Emisora regional llamado “Gigantes”, pequeñas biografías de personajes de la literatura, arte, música, entre otros.

V
El Abrazo Fraterno…

Otra de las aficiones de Zárraga era el gusto por la música clásica, el tango, el ajedrez. Era el compartir el abrazo fraterno entre amigos, conocidos, en comunión con la alegría de vivir  con intensidad, con sencillez, lo bueno y lo malo que encierra el acto sublime de todo ser humano “el arte de amar la vida”.

En el año 1976, construye su templo personal, la famosa Pagoda “Quin – chon – chó”  en Cocorote, cuyo significado citamos a continuación:

“…le dio este nombre jocosamente, porque ese grano tiene un nombre cuya fonética se asemeja al idioma chino y además es muy criollito”…
(Zárraga Inés Raquel, hija).

Se convierte la pagoda en su centro de producción creativa, de espacio alegre para cobijar lazos de amistad, el compartir triunfos, fracasos, angustias y sorpresas de la vida, con gran naturalidad entre amigos y  familiares. Rafael Zárraga fue un bohemio soñador, inquisidor, fraternal, que consolidó y valoró la amistad dentro de su pueblo de Cocorote, como en todo el territorio nacional.

VI
Guardián de la Memoria

Detrás de la máquina de escribir, la tinta, el lápiz y el papel, Zárraga llegó a cultivar una literatura que lo acercó a su gente, a su terruño, sus costumbres; con un dominio innato de la memoria capaz de narrar y crear pequeños universos que describen la realidad consciente de nuestros antepasados.

Rafael, va deshilvanando poco a poco el tiempo, para buscar la esencia, la idiosincrasia de un colectivo, para perpetuar en la memoria de nuevas generaciones. El amor y el compromiso con su origen.

Este yaracuyano, hombre de letras, fue el resultado de una formación con pasión a la lectura, a la constancia, del quehacer literario y a la escuela de la vida.

Con sencillez, sensibilidad y orgullo de su origen, abrió las puertas de la amistad, del aprendizaje, donde los triunfos y honores personales no lo apartaron de su condición humilde, de gente de pueblo, a la superficialidad le dio la espalda y con afecto y gran maestría, brindó a sus coterráneos sus letras para remontar por siempre el lindero de la venezolanidad con su escritura.

Rafael Zárraga muere un 8 de Febrero de 2006, dejando huellas en las letras y memorias de nuestro estado, especialmente en su pueblo de Cocorote; inspirador de muchas aventuras, de amor, respeto y apego a la naturaleza y tradición de este pueblo.

Para finalizar, citaremos una muestra de ese sentimiento de Rafael para con su pueblo:

“De manera que todo lo bueno y aún por las cosa malas que he recibido de la vida, doy gracias a Dios por haberme permitido vivir intensamente. Y después que muera, quiero permanecer en Cocorote junto a mis seres queridos como mi hermano Vladimir, mi mamá y mis abuelos, así mi espíritu podrá recorrer el pueblo cuando quiera, en compañía de aquellas almas que estuvieron a mi lado por amor, por afecto, por amistad, a través del tiempo que me tocó vivir en este mundo”…
“Contares”
(Zárraga, Rafael, 2007)

Obras publicadas, comprenden los siguientes Títulos


·         “La Risa quedó atrás”. (1959)
·         “Nubarrón y otros Cuentos”. (1968)
·         “Cuarenta nocturnos y una Sinfonía”. (1971)
·         “Casi tan alto, como el Campanario”. (1977)
·         “La última oportunidad del Magallanes”. (1978)
·         “Las Rondas del Obispo”. (1982)
·         “El Cóndor Desvelado”. (1983)
·         “Cuatro Cuentos”. (1994)
·         “Versos del mal vivir”. (2004)
·         “Contares”.

Para el Teatro escribió las presentes Obras

·         “La Piedra Grande”
·         “Al Fondo del Espejo”.
·         “Cuatro Ventanas hacia el Miedo”.
·         “La Fiesta de los Inocentes”.
·         “Elisa morirá esta noche”.
·         “El Hombre y el Perro”.
·         “El Anillo de Fanny”.
·         “Aquel Faustino Parra”.
·         “Urachí”.
·         “Las Ventajas de llamarse Juan”.

Obras Inéditas

·         “Cuadernos del vendido”.
·         “Esperpentos y otras intenciones”
·         “El Reventador de Globos”
·         “El Pájaro”

Bibliografía

COOPERATIVA “FONDO EDITORIAL COMUNITARIO”. Cuadernos de Buena Voluntad. Hoguera Verbal. Año 1. Nº 1. Julio, 2009.

ZÁRRAGA, RAFAEL. Contares. Ediciones UNEY, 2007. San Felipe, Estado Yaracuy, Venezuela.

sábado, 30 de julio de 2011

Aproximación a Rafael Zárraga (Por Nicolás Capdevielle P.)

Rafael Zárraga
Era lunes 24 de junio de 1929. Para la época Agua Blanca era un minúsculo lugar rural de sólo tres casas, enclavado al este de Boraure. Allí se asomó al mundo a las tres de la tarde, bajo el signo zodiacal de Cáncer, un niño que sería luego bautizado con el nombre Rafael, siendo hijo de Eudoro Zárraga y Ramona Parra. Su advenimiento se produjo en un año conflictivo, cuando Venezuela recibía los coletazos de la recesión mundial, originando la brusca caída de las exportaciones de café y cacao que llegaría a su clímax en el segundo semestre de 1930. 
En esa pequeña aldea, donde la principal actividad productiva era el minifundio, y era el conuco el que regía la economía doméstica, los impactos de la crisis eran menos ostensibles. Pero Yaracuy era un hervidero de rumores y de sucesos trascendentes: hacía un mes y doce días que se había suicidado don Severiano Jiménez, después de recibir la orden de ir a combatir al General José Rafael Gabaldón, alzado en armas en su hacienda Monte Cristo, y ahora sitiado en las montañas de Córdoba, en Portuguesa. Al día siguiente, trece de Mayo, se había encargado de la Presidencia del Estado el General Félix Galavis. El País estaba convulsionado por el estallido de varios movimientos tendientes al derrocamiento de Juan Vicente Gómez: el General Román Delgado Chalbaud invadía por Oriente, en la llamada expedición de Falke, Rafael Simón Urbina, después de hacer prisionero al Gobernador de Curazao, penetraba por las Costas de Falcón, al frente de 150 hombres, entre los cuales se encontraban Gustavo Machado, José Tomás Jiménez Arraiz y Miguel Otero Silva (por coincidencia, este último sería con el tiempo alentador y mecenas de aquel niño, que dejaba oír su llanto muy lejos de aquellos escenarios bélicos). Se producía también durante este año la sexta invasión del General Emilio Arévalo Cedeño, así como el levantamiento del General Norberto Borges. En el exterior, los grupos en exilio integran los movimientos Partido Revolucionario Venezolano (PRV), la Unión Obrera Venezolana y la Unión Cívica Venezolana. Pero no sólo la política estaba convulsionada en Venezuela al nacer Rafael, sino que la naturaleza también daba su contribución en este movido año y Cumaná es casi destruida por un intenso terremoto. La iglesia católica participa también en conflictivas situaciones que imperan en Venezuela: el Obispo de Valencia, Monseñor Salvador Montes de Oca fue expulsado del país por decreto presidencial, a causa de sus severos comentarios sobre el matrimonio civil al que califica de “vergonzoso concubinato si no va acompañado del matrimonio eclesiástico. El Director que era connotado macho cabrío, y en quien el concubinato parecía ser el estado del hombre, no recibió con agrado estos comentarios del prelado.
En cuanto a expresiones literarias, todavía se comentaba la obra Barrabás y otros relatos del joven de 23 años Arturo Uslar Pietri, y que fue publicada en 1928. En 1929 el escritor Rómulo Gallegos de 45 años de edad daba a conocer su celebrada obra Doña Bárbara, que sería editada en España en 1930. En esa década predominaba la corriente de la Vanguardia, contagiada por el cubismo francés, el ultraísmo español y los primeros balbuceos del surrealismo, 5 cuyo manifiesto firmado por Andrés Bretón apareció en Francia en 1924. Mientras tanto, en Agua Blanca la vida seguía su bucólico transcurrir, sin grandes sobresaltos, casi ajena a estos acontecimientos del macrocosmo. Los abuelos de Rafaelito, don José Exegésimo Parra y doña Inés de Parra, se habían encargado, junto con doña Ramona de la crianza del pequeño, abandonado por Eudoro en gesto de paternidad irresponsable. El abuelo se dedicaba a sus labores agrícolas, las cuales interrumpía esporádicamente por sus actuaciones como ejecutante del bandolín en conjuntos musicales que amenizaban velorios de niños o bailes en Guama, Boraure y Cocorote. Agua Blanca consumía agua de una laguna que no era tan blanca como su nombre, y esto originó que el niño enfermara de gravedad. Víctima de la “periquera”, como llamaban a las gastroenteritis, por el color verdoso de las deposiciones, tuvieron que conducirlo a Cocorote para que fuese evaluado por Don Antonio Julián Ledesma. Era este un interesante personaje, especie de “faculto” de polifacéticos oficios: era curandero, actuaba como dentista, farmacéutico y tendero. Don Antonio volvió a la vida al pequeño y, como consejo preventivo, recomendó a la madre y a los abuelos que abandonaran el lugar malsano donde vivían. Así comenzó el éxodo de la familia. Atrás quedaba la arboleda de los vecinos Sabás y Antonio Rangel, parajes donde Rafaelito como se le comenzaba a llamar, dio sus primeros pasos. Con sus pocos enseres la familia se mudó a Jaime, lugar donde José Exagésimo Arturo continuó con sus labores agrícolas. Sólo un año permanecieron en este lugar y, continuando su peregrinaje, se trasladaron a un nuevo destino, a un nuevo ambiente y entorno, que esperaban fuera definitivo. Una humilde vivienda de paja en la calle Zamora, barrio Campo Alegre de Cocorote fue el sitio de residencia de la familia. En este lugar, sólo los abuelos y la madre sabían leer y escribir y, además de impartir blas primeras enseñanzas a Rafael, Don José Exagésimo se transformó en el amanuense de sus vecinos. Les redactaba misivas amorosas, cartas a los hijos que prestaban servicio militar en los más diversos lugares del país, consejos y remedios caseros para los integrantes de la comunidad.
Mientras tanto Rafaelito se dedicaba a los más variados oficios para contribuir al sustento del hogar; vendía granjerías, golosinas, chucherías y maní tostado. Además fabricaba multicolores papagayos o cometas, los cuales contemplaba por corto tiempo, ya que debía venderlos o cambiarlos por huevos, pollos o algún otro comestible, entre sus amiguitos. Era poco el tiempo de que disponía para verlos volar, como si quisiera encontrarse con las nubes. Pocas escuelas de educación primaria existían en Cocorote, por lo cual a los 8 años ingresó a una escuelita para hembras. Pronto fue expulsado, junto con otros 4 compañeritos que también habían sido admitidos por mala conducta y chanzas pesadas contra los condiscípulos. A los 9 años ingresó a la escuela “Tovar y Tovar”, instituto que gozaba de gran prestigio a los dos turnos de clases, debido a sus ocupaciones para ayudar a los suyos. Fue así Zarraga como en un intercambio de examinados entre la escuela de Cocorote y la “Padre Delgado” de San Felipe, resultó aplazado en cuarto grado. Una tía suya convenció al abuelo para que le entregara el niño con el fin de llevarlo a Caracas, para que concluyera allí la educación primaria.

Zárraga en Caracas

El 6 de marzo de 1944, próximo a cumplir sus 15 años, parte Rafaelito con su tía en busca de nuevos horizontes. Sus ojos se maravillan ante el paisaje que se abre en la lejanía. Desde el cerro del Manicomio, Caracas le parece en las noches un gigantesco pesebre de navidad y los callejones y escalones, las vías abiertas para ir a la conquista de la gran ciudad. Pero muy pronto la decepción y la desesperación se apoderaron del jovencito. La tía, en lugar de inscribirlo en la escuela lo convierte en mandatario propio y de vecinos, sometiéndole también a trabajos rudos. En estas circunstancias buscó la oportunidad para escribirle a su abuelo y referirle su drama. Don José hizo los contactos necesarios para que Rafael se mudara a la casa de otra tía, situada en el Prado de María.
En este nuevo hogar encontró la paz, el sosiego y un estimulante calor humano. 


Zárraga desempeñó diversos oficios para su sustento y para contribuir económicamente con este nuevo hogar que tan bondadosamente lo acogió. Fue trabajador en una tintorería, obrero en una fábrica de maicena y ayudante de carpintería hasta que ingresó como mensajero en la agencia de noticias Ofipren.


Miguel Otero Silva
En cumplimiento de su trabajo, al llevar una comunicación al diario El Nacional, se enteró que allí había un puesto vacante. Acudió a entrevistarse con el Dr. González Cabrera para optar al empleo. Este se sorprendió placenteramente al conocer los nexos familiares que unían a Zárraga con Alberto Ravell, persona de su alta estima (en efecto, Francisco Ravell era su abuelo paterno y Don Federico Ravell, padre de Alberto, era su tío abuelo). Este hecho lo catapultó directo al cargo y a otros destinos dentro del periódico. El ingreso de Rafael a El Nacional ocurrió el 29 de Noviembre de 1949 y ello marcó un hito muy importante en su futuro, ya que significaba iniciarse en una nueva escuela vital, en una disciplina y un cúmulo de experiencias, que labraron huellas indelebles en su personalidad. Desde su trabajo se convirtió en un lector cotidiano y fervoroso, no sólo de los diarios y revistas de Caracas sino también de libros que llegaban a él en entregas por cupones. Este era un sistema que había implementado Otero Silva, por medio de convenios con algunas editoriales españolas y argentinas, sobre todo la Lozada para adquirir obras a precios económicos, y distribuirlos entre los trabajadores del diario y al público a fin de aumentar su nivel cultural. 


Nuestro futuro escritor fue formando su biblioteca, donde predominaban obras literarias y de cultura general. En esta época se inscribió en la escuela nocturna Franklin Delano Rooselvelt, para terminar el sexto grado. En El Nacional hizo pasantías por diferentes departamentos y, como empleado de confianza, tuvo la responsabilidad de retirar y hacer depósitos bancarios y de enviar gruesas sumas de dinero al exterior, como contribución de Otero Silva para los exiliados en algunos países latinoamericanos. 


Zárraga fue después encargado de cancelar los artículos a los colaboradores de la página cultural y del Suplemento Literario, y por allí desfilaban los grandes patriarcas de las letras y aquellos que se iniciaban. Rafael nos decía que casi todos eran de elevada estatura hasta la descomunal figura de Alejo Carpentier que se anunciaba con su torrente voz. Recordaba las pobladas cejas de Mario Briceño Iragorry, la adustez de Mariano Picón Salas y la figura patriarcal de Fernando Paz Castillo. No imaginaba nunca que por aquellos pasillos transitaban algunos de esos gigantes de las letras que serían severos jueces de sus trabajos literarios.


A veces se animaba a enviar sus humildes trabajos y algunos poemas de sus inicios, pero todos eran sistemáticamente rechazados. En 1953, durante unas vacaciones hizo unas fotos y escribió algunos comentarios acerca de Cocorote. Esto le abrió las puertas de El Nacional como colaborador. En lo sucesivo sus trabajos fueron tomados en cuenta por el director Humberto Rivas Mijares y el Jefe de Redacción, que era José Moradell, quienes lo estimularon para que continuara escribiendo.

De nuevo en Yaracuy

Cocorote
En 1956 Rafael Zárraga regresa a su Yaracuy natal e intenta integrarse a los movimientos culturales y periodísticos regionales. Funda el semanario El Cocoroteño de efímera duración en esta primera época, ya que solo llego a publicar tres números, asediados por la represión perejimenista. En 1957 sufre el impacto de la muerte de su abuelo y esto lo sume en profunda tristeza, ya que a este infortunio se suma una tremenda crisis económica en su núcleo familiar y la persecución y acoso de los cuerpos represivos. En 1958, al ser derrocada la dictadura, su situación económica y anímica mejora. Reaparece El Cocoroteño y me toca iniciarme como colaborar de este semanario.
Desde entonces entablé una entrañable amistad más bien hermandad, con Zárraga. Me toca ilustrarle su libro de relatos La Risa quedó atrás, editado en 1959, y que fue su iniciación como escritor.


También este año marca la consagración de Rafael en la narrativa nacional, al obtener el Primer Premio en el XIV certamen de Cuentos del diario El Nacional. Un jurado integrado por Fernando Paz Castillo, José Ramón Medina y Gustavo Solís, dictaminó que su trabajo “Nubarrón” fue el mejor presentado a su consideración en 1959.


Entre 1961 y 1962 realiza un curso intensivo de periodismo en la Universidad de Carabobo en colaboración con la Universidad Central de Venezuela, teniendo como docentes a Humberto Cuenca, Héctor Mújica, Manuel Isidro Molina y José Ramón Medina.


Continuando con su afán de superación, entre 1963 y 1965 cursó el tercero y cuarto año de bachillerato, por libre escolaridad. Zárraga se quejaba enardecido del hecho de ser sometido a pruebas de evaluación al lado de imberbes jovencitos, como para demostrarle que loro viejo no puede hablar, según reza el dicho popular. A pesar de este hecho, que Zárraga sentía como una humillación, pudo salir a flote con sus estudios, contando con la valiosa colaboración de Toño Ledesma, quien le ayudó a solventar el llamado “nudo gordiano”, constituido por las asignaturas de matemáticas, química y física.

Otra vez Rafael Zárraga

El novel escritor yaracuyano empieza a escribir con más constancia y disciplina, estudia a los grandes maestros de la narrativa mundial, en especial del cuento y afina el enfoque de sus personajes, insertándolos en un lenguaje muy bien trabajado. Así surgió de su pluma el cuento “La brasa duerme bajo la ceniza”, ganador del XXI Concurso Anual de Cuentos de El Nacional en 1966. Esta vez el jurado estuvo compuesto por Pedro Sotillo, Humberto Rivas Mijares y Guillermo Meneses. Sin embargo, Zárraga vencía pero parece que no convencía, sobre todo a algunos grupos e individualidades, paisanos nuestros, que no le perdonaban sus simpatías con las corrientes progresistas y patrióticas de la época y sobre todo, su probada humildad. En las ocasiones en que lo veíamos deprimido e invadido por el escepticismo, siempre pensamos decirle que dejara que Nubarrón siguiera ladrando y que la brasa quemara a sus detractores o repetirle a AL-Mutanabbi: “No te quejes a nadie, porque has de producirle alegría/
es como si un herido en la lid se quejase/ a los cuervos y a los
buitres/”.
Parece que por la mente de José Ramón Medina pasó en ráfagas este pensamiento, cuando expresa. “Ha habido algunas sorpresas gratas en los resultados de esta competencia anual, como cuando el ganador fue un nombre desconocido, Rafael Zárraga en 1959, con su cuento “Nubarrón”. Todos pensaron que se trataba de un hecho fortuito. Pero Zárraga autodidáctico- obrero durante algunos años en los talleres de “El Nacional” y luego retornando a San Felipe continuó trabajando y afirmando su estilo, y en 1966 sorprendió nuevamente al obtener el Primer Premio de ese año con su cuento “La brasa duerme bajo la ceniza”. Para la época se le criticaba también por el hecho de no ser un escritor comprometido, según algunos detractores. Pero es que la escritura de Zárraga, como poeta, como narrador, y como dramaturgo, está comprometida con la vida, con los desposeídos, con su cuna. Pero ese compromiso político de que tanto se habló en la década del 60, propugnado por Sartre, no existió ayer ni existe hoy, porque Rafael nunca ha sido panfletario. Prueba de lo que afirmamos es un bello párrafo de “Las Veinte Noches Recientes”, uno de sus cuentos más hermosos y mejor estructurado: “Pero al mismo tiempo pensará en los hijos, y al hacerlo, nuevamente se sentirá sin voz, sin derechos, sin libertad, sin oídos que acepten la denuncia de la descomposición social hecha lepra en el alma de los que nada tienen”. Decirlo, escribirlo o recitarlo es denunciarlo, aunque no haya compromiso con el panfleto solicitado por los reclamos políticos y así dice: “¿Cómo haremos para la leche de mañana?”. Cerrará los ojos con violencia, y tal vez con rabia o acaso con dolor, responderá entre dientes: “¡Ya veremos!”… o simplemente “¡no me preguntes!”. “¿Cuántos millones de venezolanos se hacen en la actualidad esta pregunta?”. El poeta Julián del Casal había descubierto que el dolor podría engendrar belleza y al comprenderlo halló también una vertiente de la poesía: “ansias de aniquilarme sólo siento/ o de vivir en mi eternal pobreza/ con mi fiel compañero el descontento/ y mi pálida novia la tristeza/”.
Luego Zárraga, sí es un comprometido con la vida y con la palabra, y aunque no lo quiera, su escritura llevará siempre mensajes implícitos, palabras o ideas para todos, ya que el otro compromiso de los escritores es con el lector.

Viaje al exterior

Perugia - Italia
Los clamorosos triunfos de Rafael Zárraga, que lo hicieron ingresar al privilegiado grupo de quienes habían sido galardonados por más de una vez en el prestigioso concurso de cuentos, punto de partida de nuevos escritores, y por el que a su vez habían transitado obras de otros ya consagrados, motivó una trascendental decisión de El Nacional, dinamizada por Miguel Otero Silva, para que continuara estudios de literatura y arte en Europa, mediante una beca. Se escogió la Universidad de Peruggia, en Italia, donde estudió lengua italiana, arte, literatura e historia en tres niveles: Elemental, medio y superior. Recibe su diploma en esta Universidad y pasa a la de Ginebra en Suiza. Una de las cosas que cuenta Zárraga con justo orgullo, fue su encuentro en Italia con Miguel Otero Silva, quien venía de Moscú con el escritor español Rafael Alberti, para pasar unos días en su Castillo de Arezzo. Pablo Neruda, que completaba el grupo, se había quedado en Suiza por motivos de salud. Zárraga recibió de Otero una cantidad de dólares para que siguiera viajando. Así que conoció a Austria, Alemania, Turquía, El Líbano, Irán, Irak, Jordania y Grecia. Conocer a Bagdad fue para él una experiencia maravillosa, al sentirse transitando los escenarios de Las Mil y Una Noche. Igual impresión sintió al divisar los ríos Tigris y Eufrates, en donde se encontraba la antigua Mesopotamia, cuna de las civilizaciones Babilónicas y Asiria. En cambio, sintió una crisis espiritual al conocer la miseria en que se debatían los habitantes de las márgenes de los ríos bíblicos. Regreso Al Terruño Con las pupilas plenas de paisajes y saturado de nuevas experiencias, Rafael regresó al país en 1969 y, después de un corto período de actividades creativas, interrumpidas por la inevitable bohemia, comenzó a trabajar incansablemente en el diario Por Qué, recién fundado por el amigo Dr.Pablo Emilio Mendoza Olivares. Era un trabajo absorbente que no le dejaba tiempo libre para desarrollar otras actividades. De 1970 a 1971 fue Jefe de Redacción aparte de ser articulista de opinión cuando le faltaba algún colaborador o columnista. Al ser cerrado el periódico, tuvo tiempo de escribir un libro de poesía en 1971 y continuar sus estudios para obtener su tan ansiado título de Bachiller en Humanidades. Rafael decía jocosamente que poca falta le hacía ya, porque era uno de los pocos estudiantes que había estado en una Universidad Europea sin ser Bachiller. En 1974 su inquietud lo llevó a fundar el periódico humorístico El Chuzo. En esta empresa lo acompañé como caricaturista y columnista de un espacio llamado “Chuzazos de un Loco”. El periódico tuvo muy buena acogida entre un público que semana a semana agotaba las ediciones, y era considerado como uno de los mejores periódicos de ese género que haya circulado en Yaracuy. Este vocero le causó grandes satisfacciones espirituales y materiales a Zárraga.



Rafael Zárraga y el teatro

En realidad, la experiencia de Zárraga en el ambiente teatral no es tan reciente como se piensa. Él dio sus primeros pasos en esta actividad entre 1950 y 1954, durante su estadía en Caracas. Allí producía los sketch o recitaba poemas en las representaciones de un grupo teatral. Pero un buen día se enamoró apasionadamente y dejó al grupo sin la primera actriz. En Yaracuy se integró a esta actividad desde 1964. 
Aquél Faustino Parra
En estos balbuceos de dramaturgo escribió La Piedra Grande, su primera obra de este género literario. Luego se dará a conocer con Al Fondo del Espejo, Cuatro Ventanas hacia el Miedo, La Fiesta de los Inocentes, Elisa Morirá esta Noche. El Anillo de Fanny, Faustino Parra, El Hombre y el Perro, Urachi Lugar de Luz, La Ventaja de Llamarse Juan y otras que escapan a nuestra memoria. Una Obra Densa Y Extensa Zárraga es un escritor muy prolífico, sobre todo ahora cuando trabaja en la literatura casi a dedicación exclusiva y en forma disciplinada. Su famosa Pagoda, constituye el silencioso escenario, desde donde irradia su creatividad. Trataremos de enumerar sus principales obras, siempre con el riesgo de incurrir en injustas omisiones. 
Ya anotamos que se inició con los relatos La Risa Quedó Atrás (1959), Nubarrón y otros Cuentos (1968), Cuarenta Nocturnos y una Sinfonía. Poemas (1967), Casi tan Alto como el Campanario. Cuentos (1977), La Última Oportunidad de Magallanes, Novela (1978), Las Rondas del Obispo, Novela (1982). Además Zárraga tiene muy buenos trabajos dispersos en periódicos y revistas. Ahora recordamos el excelente cuento “Esa mañana un gato”, publicado en el Diario de Caracas en 1991. Igualmente “La brasa duerme bajo la ceniza” fue traducido al Yugoslavo. Su cuento “Juan Topocho” fue llevado al cine y “La Última Oportunidad de Magallanes” la vimos en la pantalla chica. Para Rafael Zárraga ya existen caminos abiertos. A sus 66 años es un escritor de plena madurez, aunque persiste en constantes búsquedas. Ahora confiesa que dejará el cuento y como lo expresa Tahara Ben Jeloum: “Escribir contra el tiempo, contra la muerte o simplemente porque se pertenece a una tierra devastada, saqueada por la brutalidad de la historia y la demencia de los hombres, y se debe ser al menos un testimonio, un portador de la palabra y el pensamiento, un traductor de gritos y silencios”. También desea trabajar en los “Esperpentos”, y dedicarle un poco de su tiempo a estas manifestaciones que emergen desde la profundidad a lo grotesco.
(Revista Hogueraverbal, Año1, Número 1. Julio-2009)